La educación musicosocial es la enseñanza de la música como herramienta de transformación social. Mientras que la educación musical formal se centra en conseguir la mayor perfección técnica instrumental o compositiva de los estudiantes, la meta principal de la educación musicosocial es formar ciudadanos preparados, sensibles y conscientes de su entorno, personas autónomas capaces de defenderse en la vida, gestionando los recursos disponibles y las propias capacidades para conseguir el bienestar propio y el de las personas que le rodean. Este nuevo modelo de educación musical aplicada en niños y jóvenes como complemento al programa escolar en zonas de pobreza, violencia, en riesgo de exclusión social, o con escaso acceso a la cultura, les ofrece una oportunidad de integración social, una nueva opción positiva y creativa en la vida de toda la comunidad para desarrollarse personalmente.
Aunque este objetivo parezca un modelo difícil de alcanzar, su puesta en práctica nos ha demostrado que no lo es. La simple práctica musical lleva intrínsecas capacidades personales y sociales que se van desarrollando y haciendo efectivas a la hora de tocar con otros músicos. En la soledad de su práctica diaria, un músico ejercita la memoria visual y muscular, el oído y la coordinación, pero solo cuando interactúa con un grupo de músicos desarrolla un gran número de capacidades individuales que le servirán en su vida diaria:
- Esfuerzo personal para alcanzar el nivel del grupo.
- Perseverancia en la práctica diaria para conseguir un buen resultado.
- Paciencia para ir avanzando progresivamente, respetando los diferentes ritmos de trabajo de sus compañeros.
- Responsabilidad para mantener un entorno agradable y participativo de trabajo y creación.
- Confianza con las propias capacidades, sabiendo que está dando lo mejor de sí mismo y que todos lo saben y respetarán su ritmo de progreso.
- Capacidad de superación: Conciencia de que, con tiempo y dedicación, todo se consigue. Otros compañeros que llevan más tiempo tocando lo demuestran y todo el grupo le ayudará a conseguirlo.
- Resiliencia: Desarrollo de la capacidad del niño o joven de asumir con flexibilidad las situaciones límite que se vayan planteando y sobreponerse a ellas.
Por este motivo, la educación musicosocial trabaja principalmente con clases grupales, para aprovechar el potencial del grupo y ejercitar muchos valores éticos y capacidades sociales que de otra manera no se tratarían en las clases individuales. Algunas de estas son:
- Empatía: La identificación mental y afectiva del niño o joven con el estado de ánimo y situación del compañero.
- Solidaridad para compartir los propios conocimientos, material o tiempo con los compañeros.
- Amistad, potenciada al máximo con la convivencia diaria y el compartir experiencias y sentimientos conjuntos a través de la música.
- Honestidad con uno mismo y con los demás, trabajada también en la convivencia diaria.
- Tolerancia y respeto a la diversidad social, psicológica, cultural, étnica o religiosa. Con el trabajo diario conjunto, se forman vínculos e intereses comunes que hacen que todas las diferencias se eliminen.
- Escucha al grupo y a uno mismo dentro del grupo.
- Atención a los cambios que se producen en tu entorno y agilidad para reaccionar ante ellos.
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De alguna manera, tocar en grupo es la metáfora de la interacción en la sociedad entre individuos de condiciones diferentes pero con voluntad de convivir juntos. Las capacidades y valores que utiliza un músico para tocar un tema con su grupo son prácticamente los mismos que el individuo que quiere convivir de forma pacífica en su comunidad de vecinos, o la persona que tiene que realizar un proyecto en equipo, sólo que ejercitados al máximo por la cualidad añadida de transmitir emociones de forma conjunta.
Por otro lado, que sea una educación con objetivos sociales y que se realice siempre de forma grupal no quiere decir que la exigencia de calidad musical vaya a ser menor que en un conservatorio de música, al contrario, el mismo grupo se presiona a sí mismo para sacar lo mejor de cada uno de sus miembros de forma natural. La educación musicosocial es más práctica, dedica más tiempo al fortalecimiento de los valores de grupo, funciona mejor con una mayor constancia y podría dar resultados más rápidos debido a la gran implicación y dedicación de sus integrantes en el programa.
¿Que dónde se hace esto?
En el barrio de Lavapiés de Madrid, 38 chicos y chicas entre 8 y 14 años, procedentes de 11 nacionalidades diferentes se han unido al Programa Musicosocial DaLaNota para hacer música juntos, eliminando cualquier brecha social o cultural que pudiera existir. Asisten al colegio que sirve de sede 4 días a la semana para aprender a tocar instrumentos de cuerda, cantar, bailar y hacer percusión, y desde el comienzo, los profesores les hablan de que es necesario valorarse, escucharse y ayudarse para poder hacer música juntos y mostrarla a todo el barrio. La mayoría de éstos son de población vulnerable, y en DaLaNota ven un camino positivo y creativo para llegar a ser mejores personas.
Mira cómo se lo pasan: